‘Finaliza la temporada de nieve y con ella, Andorra se vacía de aficionados a los deportes de invierno y empieza a ofrecer una cara distinta, más sosegada, más rural y menos conocida. Y es que, más allá del esquí, de las compras o de las instalaciones termolúdicas, el Principado cuenta con auténticos tesoros escondidos entre montañas. Diminutos pueblos salpicados de casas de piedra y tejados de pizarra, decenas de pequeñas iglesias románicas, una gran herencia cultural y más de 70 picos que superan los dos mil metros de altura son algunas de las sorpresas de este país pirenaico que puede presumir de tener catalogada la mayor parte de su superficie como patrimonio de la humanidad. Su proximidad con Catalunya la convierte en una propuesta perfecta para una escapada de primavera. Pretender recorrerla a fondo requeriría mucho tiempo -mucho más del que disponemos aquí-, pero no nos resistimos a la tentación de presentarte algunas de sus maravillas: pueblos con encanto que merecen una visita.’

Finaliza la temporada de nieve y con ella, Andorra se vacía de aficionados a los deportes de invierno y empieza a ofrecer una cara distinta, más sosegada, más rural y menos conocida. Y es que, más allá del esquí, de las compras o de las instalaciones termolúdicas, el Principado cuenta con auténticos tesoros escondidos entre montañas. Diminutos pueblos salpicados de casas de piedra y tejados de pizarra, decenas de pequeñas iglesias románicas, una gran herencia cultural y más de 70 picos que superan los dos mil metros de altura son algunas de las sorpresas de este país pirenaico que puede presumir de tener catalogada la mayor parte de su superficie como patrimonio de la humanidad. Su proximidad con Catalunya la convierte en una propuesta perfecta para una escapada de primavera. Pretender recorrerla a fondo requeriría mucho tiempo -mucho más del que disponemos aquí-, pero no nos resistimos a la tentación de presentarte algunas de sus maravillas: pueblos con encanto que merecen una visita.

Finaliza la temporada de nieve y con ella, Andorra se vacía de aficionados a los deportes de invierno y empieza a ofrecer una cara distinta, más sosegada, más rural y menos conocida. Y es que, más allá del esquí, de las compras o de las instalaciones termolúdicas, el Principado cuenta con auténticos tesoros escondidos entre montañas.

Diminutos pueblos salpicados de casas de piedra y tejados de pizarra, decenas de pequeñas iglesias románicas, una gran herencia cultural y más de 70 picos que superan los dos mil metros de altura son algunas de las sorpresas de este país pirenaico que puede presumir de tener catalogada la mayor parte de su superficie como patrimonio de la humanidad.

Su proximidad con Catalunya la convierte en una propuesta perfecta para una escapada de primavera. Pretender recorrerla a fondo requeriría mucho tiempo -mucho más del que disponemos aquí-, pero no nos resistimos a la tentación de presentarte algunas de sus maravillas: pueblos con encanto que merecen una visita.

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